domingo, 26 de abril de 2009

“Sueños con tambores y estrellas”

Cuando Alexander Abad Robinet recorre el pasillo del interior habitacional marcado con el número 464 A, de la calle Paseo entre Martí y Máximo Gómez, en la ciudad de Guantánamo, la vecindad lo saluda efusiva y hasta enorgullecida, pero hace más de 20 años, al alborotar la tranquilidad matinal y nocturna con el toque de sus tambores; como él mismo dice, “otro gallo era el que cantaba”.

Un recuento en la vida de este hombre lo enmarca entre quienes sienten la satisfacción de haber nacido en la Ciudad del Guaso, entre el mar azul y las montañas, donde desde los 10 años tomó clases de solfeo con el maestro José Robles, abuelo de Dayron Robles, hoy campeón olímpico en 110 metros con vallas, y también hijo ilustre del territorio más oriental del archipiélago cubano.

Otro José, de apellido Robinet, padre de su progenitora, al saber de las inclinaciones artísticas de su nieto se opuso a que matriculara en la escuela de música dirigida entonces por Antonia Luisa Cabal, donde cultivaría el arte que por vocación natural transitaba por sus venas.

“Mi abuelo en realidad no estaba disgustado porque yo estudiara música, pero al descubrir que la percusión era mi verdadera pasión, entonces se ofuscó y me dijo: -si voy a tener un nieto músico, que sea violinista o clarinetista, no un bongosero, ¡mucho menos un maraquero!”.

Aquella objeción del “horcón familiar”, a quien todos respetaban y obedecían, no fue un obstáculo para que el niño, atraído por el llamado ancestral de los tambores, cejara en su propósito y desistiera de sus sueños.

“Transcurrieron algunos años, por entonces cursaba mis estudios de enseñanza media en la secundaria básica “Rafael Orejón Forment”- recuerda-, donde formé un grupo de aficionados de música popular integrado por alumnos que al igual que yo sentían amor por la música. En esa empresa agradezco el incentivo de una profesora en particular: María Balón”.

“Al llegar a noveno grado estaba decidido por cualquier vía a recorrer los caminos de la música; compré libros de teoría e historia de esa especialidad artística y estudié de manera autodidacta y no perdía los ensayos y presentaciones de la Banda Municipal de Guantánamo, dirigida entonces por Segundo Pereira, a quien conocí un día por intermedio del maestro Rafael Inciarte Brioso”.

“Segundo me impresionó por la manera afable de su trato, sin protocolos ni prejuicios. Me fui ganando su confianza como entusiasta utilero de la banda, consejo sabio que me dio el maestro Inciarte”.

Confiesa Alexander que esta incursión en la reconocida agrupación de músicos fue una verdadera escuela donde descubrió el maravilloso mundo de la polifonía de los instrumentos musicales, pero no es hasta la jubilación de algunos de los más viejos que ingresa a la plantilla fija de la misma tocando el bombo y los platillos.

Por un golpe de suerte conoce a Rafael González, quien en 1989 lo recomienda a Guillermo Barreto para que tocara la percusión como suplente de nada más y nada menos que Arístides Soto, “Tata Guines”, en la Jornada de Literatura “Regino E. Boti” que se celebraba en esta ciudad.

“Ese fue mi gran bautizo como músico realizado, imagínate, un niño que comenzó a tocar un rústico tambor hecho con sus propias manos, y de momento, en un abrir y cerrar de ojos, estoy compartiendo el escenario con reconocidos y laureados artistas como Guillermo Barreto y su esposa Merceditas Valdés. Quedé profundamente impresionado y cautivado por la profesional maestría con que el grupo “Orus” hacía sus presentaciones artísticas- y yo allí- dentro de aquella constelación de estrellas. Fue cuando me convencí de que se puede llegar a tocarlas, si uno se empeña a alcanzarlas algún día”.

Las ensoñaciones de Alexander continuaron, matricula después en la escuela de superación para músicos profesionales y luego vence satisfactoriamente los estudios de formación elemental y media de música.

“He tenido momentos de alegrías y tristezas a lo largo de mi vida: el nacimiento de mi hija Liz Sucel y la muerte de mi madre Nereida al unísono, eventos que marcaron mi existencia para siempre. Pero también he tenido grandes satisfacciones: participé en la expedición musical de Silvio Rodríguez a la prisión provincial de Guantánamo; fue un momento propicio para presentar mi proyecto con el grupo musical “Variedades”, compartimos armoniosamente el escenario con Alexis Díaz Pimienta, Amaury Pérez Vidal, el cuarteto vocal femenino “Sexto Sentido”, y otros artistas de la plástica y la música cubanas”.

“Después de 20 años de empeño y perseverancia me gustaría fundar una banda de conciertos en la prisión provincial en mi terruño y ver graduados a mis primeros alumnos. También ser reconocido por mi dedicación a la m´sucia en mi querido Guantánamo, -como han sido otros- en este rincón donde preferí sembrar raíces y echar los sueños a volar”.

Hoy Alexander llega todos los días a la casa que lo vio nacer hace 40 años, mira hacia atrás con remembranza nostálgica cuando sus vecinos le reclamaban con diatribas e incluso lo tildaban de loco al escucharse el repique disonante pero apasionado de sus tambores que percutían al ritmo de los latidos de su corazón.